Artículo Diario El Mecurio 20 Abril 2008.
Profesores se suman a denuncias por violencia escolar
Este año, 15 docentes de la Región Metropolitana han denunciado agresiones de padres y alumnos. Un fenómeno difícil de detener. Más aún cuando no todos los colegios tienen políticas de convivencia.
Un niño golpeado por sus compañeros en Calama. Un grupo de profesores amenazado por apoderados en La Pintana. Dos profesoras golpeadas por sus alumnos en Puente Alto.
Al parecer, la violencia dentro de la escuela se está transformando en tema recurrente. El Regional Metropolitano del Colegio de Profesores, denunció que durante el primer semestre de este año, han recibido quince casos de docentes golpeados o amenazados. Su presidente, Jorge Abedrapo, asegura que detrás de esta cifra hay muchos otros casos que no se denuncian, por vergüenza o temor a represalias.
Uno de estos hechos -según los docentes- sucedió esta semana en la Escuela Juan de Dios Aldea, de La Pintana. “Allí, las agresiones son recurrentes. El establecimiento está inserto en un sector de alta vulnerabilidad, donde los estudiantes son poco apoyados por sus padres”, dicen los profesores. Para ellos, la ley del más fuerte se respira en el interior de las salas de clases y los docentes deben luchar día a día, no sólo para que los niños asistan y aprendan, sino para que los problemas de convivencia no se les escapen de las manos.
Los profesores han llegado al extremo de tener palos guardados dentro de la escuela, como medida de defensa. La dirigente del gremio en La Pintana, Jeannette Ortiz, cree que la situación es grave y asegura que han pedido ayuda al municipio, sin mucho éxito.
El alcalde de La Pintana niega que existan los hechos relatados por los docentes. “Los profesores mienten”, dice. “Hablé con los directores de los establecimientos que aparecieron mencionados y dicen desconocer cualquier denuncia. Yo insto a que los docentes digan, con nombre y apellido, quiénes son y acusen a sus agresores. Sólo ahí podremos tomar cartas en el asunto”.
Políticas de convivencia
Una de las situaciones que se repite en cada denuncia de maltrato, es la poca claridad respecto a las medidas que se deben adoptar luego de que éste se produce al interior de la escuela. En el caso de Calama, se investiga por qué el menor G.M.F. no fue trasladado de inmediato al hospital, y debió llamar a su padre para que lo retirara. En el Liceo Francisco Frías Valenzuela, de La Granja, –según el testimonio del dirigente Héctor Zapata- luego de la agresión de una alumna hacia la inspectora general, el director le planteó a ésta última que si quería ir al hospital y denunciar “era bajo su responsabilidad personal”. Zapata cree que, en general, “se le baja el perfil a la agresión, porque creen que daña la imagen del colegio. Y los profesores se quedan callados porque el resto de los alumnos les pierden el respeto”. Jorge Abedrapo agrega que estudian presentar demandas en contra de los sostenedores, ya que “no están cumpliendo con asegurar la integridad de sus trabajadores”.
Desde el nivel central, existe una política de convivencia escolar desde el año 2003. Hasta el momento, sólo se han aplicado experiencias piloto de manejo de conflictos, en la Región Metropolitana, Quinta y Octava. Aún no hay fecha para su aplicación masiva, ya que, según la subsecretaria Pilar Romaguera, “este año comenzará la etapa de evaluación de estas experiencias”.
La que mejores resultados ha tenido, es la mediación entre pares. Los alumnos se convierten en monitores y ayudan a sus compañeros a resolver sus conflictos.
ANALISIS
El presente análisis esta observado desde la perspectiva de la Indisciplina de los alumnos, la cual en gran manera es producto de la irresponsabilidad de los educadores y de Directivos que administran las instituciones educadoras. Ya que estas agresiones conocidas por todos ya dejan de ser algo puntual cuando la indisciplina es acompañada de la burla y agresividad. Creo entender que para llegar a concretarse una situación lamentable de índole sarcástico y una grave falta de respeto a la autoridad, que se cree un “especialista en la educación”, deja de manifiesto el dejo de la profesión que conlleva a que el alumnado dirija la clase y no el docente que participó cinco años para obtener las competencias para educar.
Así también, es recurrente pensar que el factor familiar influye de gran manera en la educación de los alumnos, pero es en verdad cierto que no existe Universidad que enseñe a personas las competencias para ser padres, no obstante si existe Universidad para titular a Profesores, las cuales tienen las competencias para educar y por ende solucionar conflictos propios de cada edad desde la 1º Infancia (3 a 6 años), Pre-adolescencia (6 a 12 años) y la Adolescencia propiamente tal (13 a 20 años), vale decir prebásica, básica y Educación Media.
Consecuente con lo anterior, es que haré mención al acto de indisciplina a todas las acciones, palabras, actitudes, gestos y reacciones que contrarían las normas disciplinarias vigentes en un centro de enseñanza, o que representan atentados contra la moral, la autoridad, el orden, el espíritu y las tradiciones de la institución.
No hay duda de que los actos positivos de indisciplina, principalmente cuando son intencionales y frecuentes, son perjudiciales a la moral de un colegio y se oponen frontalmente a los propósitos educativos que son la propia razón de ser de esos establecimientos. Deben, por consiguiente, ser combatidos y eliminados. Pero estos actos de indisciplina son, casi siempre, consecuencias inevitables de condiciones y factores desfavorables que están actuando sobre el psiquismo de los educandos, amenazando desintegrar su personalidad y desajustarlos a la vida escolar. Importa, pues, que se encuentre la atención de los educadores sobre estos factores para eliminarlos o atenuarlos, antes de recurrir a sanciones o medidas punitivas más drásticas.
La falta de conformidad con las normas de disciplina vigentes en los colegios se puede atribuir también, en muchos casos, a la inmadurez de los alumnos: su inteligencia no está todavía en condiciones de comprender las razones más profundas que dictan las normas vigentes; su poca experiencia no les permite aún prever y calcular las consecuencias de todas sus palabras, actos y actitudes; su poca edad no les hace posible todavía desarrollar el control mental necesario para una conducta reglada y satisfactoria. Solamente el tiempo, la experiencia, el ambiente educativo y la aclaración progresiva de los hechos por la comprensión y por la reflexión podrán engendrar en su mente inmadura ese control reflexivo e interior que facilita una conducta consciente y disciplinada. Corresponde a la escuela favorecer y estimular esa progresiva maduración interior de los escolares, sin perjudicar la evolución sana y normal de su personalidad.
Puedo señalar estas normas prácticas de conducta personal del profesor en clase:
· Cultivar, en relación con los alumnos, una actitud fundamental de interés, comprensión y simpatía. Ser, por encima de todo, humano y razonable para con ellos; no se deben permitir, sin embargo, los excesos de familiaridad ni se debe ser demasiado condescendiente; es necesario ser firme e insistente en las exigencias, pero explicando el porqué de las mismas. Tal como lo menciona el Profesor Carlos Moreno de que los alumnos no necesitan que el Docente se convierta en Amigo, sino que lo que ellos necesitan es un “Profesor” y si por el destino los convierte en amigos, “Bendición de Dios”.
· Ahondar en la psicología de los alumnos, comprender la psicología de la clase como un todo, por un lado, y la psicología individual de cada uno de sus miembros, Tal como lo manifiesta el profesor Víctor Maray en clases de Psicología del Desarrollo.
· Evitar durante las clases hablar de uno mismo, de la vida, méritos o problemas y negocios particulares; no desperdiciar el tiempo de clase en confidencias personales o en asuntos ajenos a la materia, dado que el docente no está para crear vida social personal, sino el interés primordial es la enseñanza hacia el alumno..
· No ser autoritario, arrogante ni arrollador; no manifestar desprecio hacia los alumnos; ser paternalmente firme y emplear la necesaria energía de modo sereno, prudente y digno. Imponer respeto a los alumnos sin humillarlos ni intimidarlos.
· Cuidar la propia autoridad y no exponerla al desgaste, abusando de ella en incidencias triviales; en tales casos, es mejor recurrir al manejo preventivo o indirecto.
· Zanjar, sin embargo, de forma tajante y sin titubeos, cualquier movimiento más serio de indisciplina o de desorden colectivo; no dejar navegar el barco hasta que la tempestad estalle.
· No hacer promesas ni amenazas que después no se podrán o no se querrán cumplir; cuando se haga una advertencia, no deben tolerarse reincidencias. Las sanciones, si son necesarias, deben ser aplicadas sin tardanza y no días o semanas después; pero se debe ser moderado e impersonal en su aplicación.
· Tratar las infracciones más graves de modo objetivo e impersonal, sin mostrarse ofendido o enojado personalmente. La indisciplina debe ser reprobada como conducta inconveniente y antisocial que habla de los individuos que la practican. No interpretarla como afrenta o desacato a la autoridad personal del profesor. Terminado el incidente, no demostrar resentimiento o intenciones de persecución o venganza; tratar a los alumnos con naturalidad, como si nada hubiera sucedido antes.
· No reprender nunca a la clase entera por faltas cometidas por algunos alumnos; mucho menos se debe castigar a toda la clase; además de injusto, sería antipsicológico y contraproducente. Procurar, por el contrario, aislar a los agentes de la indisciplina, contrastando su conducta con la de los demás miembros de la clase. Cuando no se consiga identificarlos, no exigir que los otros los denuncien; invitar a los infractores a presentarse después de la clase para dar explicaciones personales.
· Hacer comprende a los alumnos que la buena conducta es una exigencia social que debe ser acatada en todas las circunstancias de la vida y que la escuela le da gran importancia.
· Nunca se ofenda personalmente a los alumnos con apodos despectivos, indirectas sarcásticas, alusiones a defectos físicos o insultos personales. No provocar susceptibilidades ni ofender el sentimiento de dignidad personal o familiar de los alumnos.
En suma, la adecuación de la enseñanza al alumno no es sólo requisito del arte profesoral; es principio de eficacia. Aún en la enseñanza colectiva, la atención a cada alumno se hace imprescindible, por lo que hay que procurar crear y mantener en las clases una atmósfera sana de responsabilidad, interés y calor humano, espíritu de trabajo y amor a los estudios. Por encima de todo se debe ser educador, nunca fiscal ni un perseguidor de los alumnos.
Bibliografía:
Un niño golpeado por sus compañeros en Calama. Un grupo de profesores amenazado por apoderados en La Pintana. Dos profesoras golpeadas por sus alumnos en Puente Alto.
Al parecer, la violencia dentro de la escuela se está transformando en tema recurrente. El Regional Metropolitano del Colegio de Profesores, denunció que durante el primer semestre de este año, han recibido quince casos de docentes golpeados o amenazados. Su presidente, Jorge Abedrapo, asegura que detrás de esta cifra hay muchos otros casos que no se denuncian, por vergüenza o temor a represalias.
Uno de estos hechos -según los docentes- sucedió esta semana en la Escuela Juan de Dios Aldea, de La Pintana. “Allí, las agresiones son recurrentes. El establecimiento está inserto en un sector de alta vulnerabilidad, donde los estudiantes son poco apoyados por sus padres”, dicen los profesores. Para ellos, la ley del más fuerte se respira en el interior de las salas de clases y los docentes deben luchar día a día, no sólo para que los niños asistan y aprendan, sino para que los problemas de convivencia no se les escapen de las manos.
Los profesores han llegado al extremo de tener palos guardados dentro de la escuela, como medida de defensa. La dirigente del gremio en La Pintana, Jeannette Ortiz, cree que la situación es grave y asegura que han pedido ayuda al municipio, sin mucho éxito.
El alcalde de La Pintana niega que existan los hechos relatados por los docentes. “Los profesores mienten”, dice. “Hablé con los directores de los establecimientos que aparecieron mencionados y dicen desconocer cualquier denuncia. Yo insto a que los docentes digan, con nombre y apellido, quiénes son y acusen a sus agresores. Sólo ahí podremos tomar cartas en el asunto”.
Políticas de convivencia
Una de las situaciones que se repite en cada denuncia de maltrato, es la poca claridad respecto a las medidas que se deben adoptar luego de que éste se produce al interior de la escuela. En el caso de Calama, se investiga por qué el menor G.M.F. no fue trasladado de inmediato al hospital, y debió llamar a su padre para que lo retirara. En el Liceo Francisco Frías Valenzuela, de La Granja, –según el testimonio del dirigente Héctor Zapata- luego de la agresión de una alumna hacia la inspectora general, el director le planteó a ésta última que si quería ir al hospital y denunciar “era bajo su responsabilidad personal”. Zapata cree que, en general, “se le baja el perfil a la agresión, porque creen que daña la imagen del colegio. Y los profesores se quedan callados porque el resto de los alumnos les pierden el respeto”. Jorge Abedrapo agrega que estudian presentar demandas en contra de los sostenedores, ya que “no están cumpliendo con asegurar la integridad de sus trabajadores”.
Desde el nivel central, existe una política de convivencia escolar desde el año 2003. Hasta el momento, sólo se han aplicado experiencias piloto de manejo de conflictos, en la Región Metropolitana, Quinta y Octava. Aún no hay fecha para su aplicación masiva, ya que, según la subsecretaria Pilar Romaguera, “este año comenzará la etapa de evaluación de estas experiencias”.
La que mejores resultados ha tenido, es la mediación entre pares. Los alumnos se convierten en monitores y ayudan a sus compañeros a resolver sus conflictos.
ANALISIS
El presente análisis esta observado desde la perspectiva de la Indisciplina de los alumnos, la cual en gran manera es producto de la irresponsabilidad de los educadores y de Directivos que administran las instituciones educadoras. Ya que estas agresiones conocidas por todos ya dejan de ser algo puntual cuando la indisciplina es acompañada de la burla y agresividad. Creo entender que para llegar a concretarse una situación lamentable de índole sarcástico y una grave falta de respeto a la autoridad, que se cree un “especialista en la educación”, deja de manifiesto el dejo de la profesión que conlleva a que el alumnado dirija la clase y no el docente que participó cinco años para obtener las competencias para educar.
Así también, es recurrente pensar que el factor familiar influye de gran manera en la educación de los alumnos, pero es en verdad cierto que no existe Universidad que enseñe a personas las competencias para ser padres, no obstante si existe Universidad para titular a Profesores, las cuales tienen las competencias para educar y por ende solucionar conflictos propios de cada edad desde la 1º Infancia (3 a 6 años), Pre-adolescencia (6 a 12 años) y la Adolescencia propiamente tal (13 a 20 años), vale decir prebásica, básica y Educación Media.
Consecuente con lo anterior, es que haré mención al acto de indisciplina a todas las acciones, palabras, actitudes, gestos y reacciones que contrarían las normas disciplinarias vigentes en un centro de enseñanza, o que representan atentados contra la moral, la autoridad, el orden, el espíritu y las tradiciones de la institución.
No hay duda de que los actos positivos de indisciplina, principalmente cuando son intencionales y frecuentes, son perjudiciales a la moral de un colegio y se oponen frontalmente a los propósitos educativos que son la propia razón de ser de esos establecimientos. Deben, por consiguiente, ser combatidos y eliminados. Pero estos actos de indisciplina son, casi siempre, consecuencias inevitables de condiciones y factores desfavorables que están actuando sobre el psiquismo de los educandos, amenazando desintegrar su personalidad y desajustarlos a la vida escolar. Importa, pues, que se encuentre la atención de los educadores sobre estos factores para eliminarlos o atenuarlos, antes de recurrir a sanciones o medidas punitivas más drásticas.
La falta de conformidad con las normas de disciplina vigentes en los colegios se puede atribuir también, en muchos casos, a la inmadurez de los alumnos: su inteligencia no está todavía en condiciones de comprender las razones más profundas que dictan las normas vigentes; su poca experiencia no les permite aún prever y calcular las consecuencias de todas sus palabras, actos y actitudes; su poca edad no les hace posible todavía desarrollar el control mental necesario para una conducta reglada y satisfactoria. Solamente el tiempo, la experiencia, el ambiente educativo y la aclaración progresiva de los hechos por la comprensión y por la reflexión podrán engendrar en su mente inmadura ese control reflexivo e interior que facilita una conducta consciente y disciplinada. Corresponde a la escuela favorecer y estimular esa progresiva maduración interior de los escolares, sin perjudicar la evolución sana y normal de su personalidad.
Puedo señalar estas normas prácticas de conducta personal del profesor en clase:
· Cultivar, en relación con los alumnos, una actitud fundamental de interés, comprensión y simpatía. Ser, por encima de todo, humano y razonable para con ellos; no se deben permitir, sin embargo, los excesos de familiaridad ni se debe ser demasiado condescendiente; es necesario ser firme e insistente en las exigencias, pero explicando el porqué de las mismas. Tal como lo menciona el Profesor Carlos Moreno de que los alumnos no necesitan que el Docente se convierta en Amigo, sino que lo que ellos necesitan es un “Profesor” y si por el destino los convierte en amigos, “Bendición de Dios”.
· Ahondar en la psicología de los alumnos, comprender la psicología de la clase como un todo, por un lado, y la psicología individual de cada uno de sus miembros, Tal como lo manifiesta el profesor Víctor Maray en clases de Psicología del Desarrollo.
· Evitar durante las clases hablar de uno mismo, de la vida, méritos o problemas y negocios particulares; no desperdiciar el tiempo de clase en confidencias personales o en asuntos ajenos a la materia, dado que el docente no está para crear vida social personal, sino el interés primordial es la enseñanza hacia el alumno..
· No ser autoritario, arrogante ni arrollador; no manifestar desprecio hacia los alumnos; ser paternalmente firme y emplear la necesaria energía de modo sereno, prudente y digno. Imponer respeto a los alumnos sin humillarlos ni intimidarlos.
· Cuidar la propia autoridad y no exponerla al desgaste, abusando de ella en incidencias triviales; en tales casos, es mejor recurrir al manejo preventivo o indirecto.
· Zanjar, sin embargo, de forma tajante y sin titubeos, cualquier movimiento más serio de indisciplina o de desorden colectivo; no dejar navegar el barco hasta que la tempestad estalle.
· No hacer promesas ni amenazas que después no se podrán o no se querrán cumplir; cuando se haga una advertencia, no deben tolerarse reincidencias. Las sanciones, si son necesarias, deben ser aplicadas sin tardanza y no días o semanas después; pero se debe ser moderado e impersonal en su aplicación.
· Tratar las infracciones más graves de modo objetivo e impersonal, sin mostrarse ofendido o enojado personalmente. La indisciplina debe ser reprobada como conducta inconveniente y antisocial que habla de los individuos que la practican. No interpretarla como afrenta o desacato a la autoridad personal del profesor. Terminado el incidente, no demostrar resentimiento o intenciones de persecución o venganza; tratar a los alumnos con naturalidad, como si nada hubiera sucedido antes.
· No reprender nunca a la clase entera por faltas cometidas por algunos alumnos; mucho menos se debe castigar a toda la clase; además de injusto, sería antipsicológico y contraproducente. Procurar, por el contrario, aislar a los agentes de la indisciplina, contrastando su conducta con la de los demás miembros de la clase. Cuando no se consiga identificarlos, no exigir que los otros los denuncien; invitar a los infractores a presentarse después de la clase para dar explicaciones personales.
· Hacer comprende a los alumnos que la buena conducta es una exigencia social que debe ser acatada en todas las circunstancias de la vida y que la escuela le da gran importancia.
· Nunca se ofenda personalmente a los alumnos con apodos despectivos, indirectas sarcásticas, alusiones a defectos físicos o insultos personales. No provocar susceptibilidades ni ofender el sentimiento de dignidad personal o familiar de los alumnos.
En suma, la adecuación de la enseñanza al alumno no es sólo requisito del arte profesoral; es principio de eficacia. Aún en la enseñanza colectiva, la atención a cada alumno se hace imprescindible, por lo que hay que procurar crear y mantener en las clases una atmósfera sana de responsabilidad, interés y calor humano, espíritu de trabajo y amor a los estudios. Por encima de todo se debe ser educador, nunca fiscal ni un perseguidor de los alumnos.
Bibliografía:
Los conflictos entre profesores y alumnos, Patricio Calderón Muñoz
Compendio de didáctica general, Editorial Kapelusz.
Libro Ordenanza de la Armada.
Apuntes Psicología de la Educación, Profesor Víctor Maray
Apuntes Educación, Pedagogía e Instrucción, Profesor Carlos Moreno
Apuntes Filosofía de la Educación , Profesor Fernando Leiva Valenzuela
Compendio de didáctica general, Editorial Kapelusz.
Libro Ordenanza de la Armada.
Apuntes Psicología de la Educación, Profesor Víctor Maray
Apuntes Educación, Pedagogía e Instrucción, Profesor Carlos Moreno
Apuntes Filosofía de la Educación , Profesor Fernando Leiva Valenzuela
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